Fístula rectal en los perros

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Fístula rectal en los perros

La salud de los perros es tan compleja que a veces pueden surgir problemas en lugares que ni siquiera imaginamos que existan. Es el caso de la infección en la glándula adanal (también llamada glándula anal o perianal). Los perros poseen bolsas situadas en la región del ano con glándulas que se encargan de la liberación de lubricantes que le ayudan a defecar sin sentir dolor o molestias, además de otras funciones. La inflamación, llamada fístula rectal o perianal, provoca enrojecimiento, mal olor, fiebre e incluso situaciones más graves, como la presencia de sangre en las heces. El animal también empieza a tener dificultades para defecar.

Fístula rectal: el perro tiene dificultad para defecar

Pocos tutores tienen conocimiento de lo que es la fístula perianal, también conocida como fístula rectal, anal o adanal (aunque los nombres son distintos, todos se refieren al mismo problema). La fístula rectal se trata de un canal de comunicación patológico que se forma entre el ano y el interior de los tejidos profundos o de la piel. La inflamación de las glándulas hace que el perro suela sentir dificultad para defecar (disquesia) o no llegue a hacer caca aunque sienta muchas ganas (tenesmo). Además, otros síntomas que se pueden observar son:

  • Mal olor en la región del ano
  • Picor y/o dolor en la zona anal
  • Diarrea
  • Estreñimiento
  • Incontinencia fecal
  • Heces con sangre
  • Pérdida de apetito y de peso
  • Fiebre
  • Visualización del canal de comunicación entre el ano y la piel aparente (sólo en los casos más graves)

Inflamación de la glándula perianal: los perros de raza pastor alemán son los más afectados

La causa de la fístula rectal aún no está bien establecida, pero existen algunos factores predisponentes que provocan la infección de la glándula anal. Los perros de la raza pastor alemán, por ejemplo, son más propensos al desarrollo de la enfermedad. Los perros de las razas labrador, setter irlandés, bobtail, border collie y bulldog también pueden presentar el problema con mayor frecuencia. La enfermedad es más común en razas con una conformación inclinada y/o una base ancha en la inserción de la cola, ya que esto favorece la acumulación de heces con la consiguiente inflamación e infección de la piel de la región.

Además, la diarrea reciente, el aumento de la secreción producida por las glándulas anales y la deficiencia en el tono muscular del ano también pueden contribuir a la aparición del problema. En general, se observa una mayor incidencia en los perros viejos y en los machos.

Cuando se nota cualquier síntoma de fístula rectal, es necesario llevar al perro al veterinario lo antes posible, sólo entonces el médico puede evaluar la situación y realizar todas las pruebas necesarias para confirmar la infección. El diagnóstico se realiza por la asociación de los signos clínicos con la información obtenida en los exámenes físicos y rectales. No siempre es posible visualizar el canal inflamado, pero los granulomas y abscesos se pueden palpar por el recto.

Inflamación de la glándula perianal en perros: el tratamiento se realiza con medicación y limpieza de la región

El tratamiento de la inflamación de la glándula perianal en los perros sigue siendo un reto para muchos veterinarios, precisamente porque tiene causas no definidas. Normalmente, el abordaje clínico se hace con el uso de antibióticos, corticoides e higienización de la región con antisépticos.

La medicación por sí sola no siempre funciona para tratar el problema, que puede empeorar con el tiempo. Cuando los animales no responden al tratamiento clínico, la cirugía es necesaria. Sin embargo, suelen surgir algunas complicaciones tras la realización del procedimiento y es posible que el animal tenga recaídas. Al tratarse de una enfermedad sin causa totalmente definida, no es posible prevenir la fístula rectal en perros. Por lo tanto, es súper importante que los tutores observen a los animales con frecuencia para la detección temprana de cualquier síntoma que pueda indicar la enfermedad. 

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